Monday, December 7, 2015

Motor I: Los comienzos

Imagen de Clet Abraham

En España con la mayoría de edad -frecuentemente- la gente se saca el carnet de conducir. Yo aún no lo había hecho. Siempre me ha parecido que todo lo que envuelve el tema automovilístico es demasiado caro, e incluso, innecesario. Díganme ¿para qué sirve un coche en una ciudad grande? Con lo fácil que es el transporte público, la bici, o simplemente caminar.
En los últimos tiempos -después de unos años en Shanghái- me habían entrado muchas ansias de naturaleza por primera vez en la vida, una naturaleza que sólo se alcanza en coche. Regresé a España y, en cuanto dormí un poco, fui a una autoescuela cualquiera, la que estaba cerca de casa. Porque, con las autoescuelas pasa como con la telefonía: intentar averiguar cuál es la más barata, o la mejor calidad-precio, supone un estudio, un tiempo y un esfuerzo, al que no estoy dispuesta.
Así fue como acabé en una penosa autoescuela. La teórica la daba un hombre mayor. La explicaba muy bien. Aunque día sí y día sí, nos hacía un chiste machista. Me dejaba con la boca abierta. Inculcando ideas machistas a las nuevas generaciones de conductores. Un día se lo dije, y me miraron, no sólo él, sino todos los críos, como si acabara de bajar de una nave espacial. Una semana después me presenté al examen. Fui a tráfico, pero no me llamaban. La mongolita de la secretaria había perdido mis papeles. Encima de que la tía hace mal su trabajo, se pone a la defensiva, y me empieza a decir con su cara de bruja que no me vendrá mal seguir estudiando para presentarme una semana después. De verdad, qué asco le cogí a esta tía. Me quedé sin ir al concierto de Perlita en Bcn por presentarme al examen para nada. Al final, para compensarme por las molestias, me dieron dos clases prácticas gratis.
El examen teórico fue coser y cantar, pero el práctico... De verdad, no creo que tenga un don para la conducción, si no, ya se hubiera manifestado. Empecé a dar clases y más clases con un tipo de pueblo horroroso. Me gritaba un montón -esto creo que está muy extendido en el mundo del motor- y yo también le gritaba para que dejara de gritarme. Él decía que se ponía nervioso. Y a mí, si me gritan, ya no oigo nada. Sólo comprendo las dulces palabras. Qué profesor tan poco profesional. Luego le dio por llamarme vieja, como lo oyen. Me comparaba con los de 18 años, y me decía: "...a tu edad no es lo mismo". Y bueno, me podía haber dicho una vez: "Con la edad las facultades psicomotrices disminuyen". Suficiente. Una sola vez. Pero, no cada día: "Es que a tu edad...Es que a tu edad...". Le dije que era un maleducado. Y me dijo: "¿Quién yo? ¿Por qué?". Faltaban dos días para el examen y aún no me había enseñado a aparcar, no quería y no quería. Decía que no estaba preparada para asimilar tal conocimiento. Pero si no me enseñaba, iba a suspender seguro. Como él se negó fui al otro profesor, el de la teórica. Me lo explicó muy bien, y me salió perfecto, a la primera, a la segunda y a la tercera. Ni yo misma daba crédito. Parecía algo tan difícil. La gente me decía: "Ya verás. Cuando empieces a aparcar vas a flipar". Pues sí, flipé, y expresé en voz alta: "¿Esto es sólo aparcar? Qué fácil, ¿no?". Y va y me dice el viejales de mala leche: "¡Pues vete al Todo a 100, te compras una medalla, y te la cuelgas!". ¿Cómo se puede tener tanto vinagre? Para entonces, ya me había dado cuenta que el tema de sacarse el carnet de conducir no es otra cosa que: una prueba iniciática en la que los mayores te dan permiso para pertenecer al mundo de los adultos. Bienvenido a nuestro aburrido mundo, en el que hay que acatar muchas normas y pagar por todo.
Tráfico se va de vacaciones cuando todo el mundo quiere examinarse, en pleno verano, un mes entero. Yo tenía mucha urgencia por sacarme el carnet, así que fui a examen, sin estar lista, por ver un poco de que iba. Llega el profesor y dice delante de todos antes de que empiece el examen: "¡Tú no vas a aprobar ni de coña!", señalándome a mí. Qué chungo por favor.
Decidí cambiarme de autoescuela. Pensar que le estaba dando mi dinero a esta gente que no sabe lo que es la educación. Penosa pedagogía a base de gritos que te deja la autoestima por los suelos. Que cada día te repitan que no podrás conducir... puajjjjjjj. Yo les quitaba la licencia.
Se tomaron muy mal que me cambiara de autoescuela. Cuando le expliqué a mi profesor por qué me iba a otra autoescuela se quedó flipando, y después, ofendido, dejó de hablarme. El caso es que, quería pagar lo que debía. Pero no me hablaban. Una situación de lo más ridícula.



Continuará...

2 comments:

  1. Unas sacaperras son las autoescuelas. ¿Y encima maleducados? Pues que se vayan a la m. Se lo merecen.

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  2. ay, el mundo de las autoescuelas, escuela de vida y de entrada en el mundo auténtico de lo español. después de tanto tiempo fuera el shock tuvo que ser durísimo. sigo leyendo.
    solo comprendo las dulces palabras. maestra.

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