Thursday, January 15, 2015

Provincia de Yunnan VII: Shaxi I

En Yunnan la gente se mueve en minibuses. La hora de salida es cuando el bus está lleno, o cuando estás dispuesto a pagar todos los asientos del vehículo. Para ir a Shaxi, hay que llegar primero a Jianchuan, y allí cambiar de bus. Aunque había un cartel en el minibús que decía “prohibido fumar” todo el mundo iba fumando. De 20 pasajeros, por lo menos 15 fumaban un cigarrillo detrás de otro. El primero el conductor. Nos ahogábamos allí dentro. Yo iba, les daba un toquecito en el hombro -cada vez con más mala leche- y les pedía que abrieran la ventana. Íbamos enlatados, y entre una cosa y otra me dio un ataque de ansiedad. En la última fila, pierna con pierna, hombro con hombro, codo con codo. Los de al lado, probablemente ganaderos, me regalaron una pulga. La nube de humo era insostenible. Una mujer hizo todo el viaje con un pañuelo en la nariz, una abuela tosía, un niño lloraba. Me puse un poco loca en el autobús, he de decir. Pero nada, oigan, no dejaban de fumar ni por esas. Hablé con el conductor. Y les hacía gracia, comentaban: “Vaya, a la extranjera le molesta el humo, qué gracioso”.
Llegamos a Jianchuan y nadie subía al autobús con destino a Shaxi. Total que dos tipos rudos me dicen: “Sube al coche que te llevamos a Shaxi”. Uno había hecho el mismo trayecto desde Dali. Era de noche y en el bus había dado bastante la nota, por no decir, que me había puesto tan insoportable como la nube de humo. Dudé en subir al coche, pero esto es China, así que me monté. Cuando salimos de Jinchuan estaba más oscuro que la cueva del lobo. Condujeron por un camino de tierra a gran velocidad durante más de una hora que se me hizo eterna. No pasamos por ningún pueblo, no había ni una sola farola, ni la luz de la luna, ni las estrellas. No dijeron ni una palabra en todo el trayecto. Si les digo la verdad, me cagué de miedo, y eso que el miedo no es lo mío. Y finalmente, ¡aparecí en Shaxi!
Cuando dejé la maleta salí a dar una vuelta por el pueblo. Estaba sola en este bar tomándome un baijiu cuando entró un chino. Enseguida se puso a darme conversación. Era un hombre de negocios que vivía en Shenzhen al que envían frecuentemente a Dali. Después de años yendo a Dali se le ocurrió ver lo que había alrededor, y ahora que tenía unos días libres había ido a Shaxi y parecía necesitar una concubina. Quería saberlo todo de mi. Me sometió a un interrogatorio que hizo que apurara el vaso para marcharme cuanto antes. Quería seguir el viaje conmigo, ir a donde yo fuera. Quería ir a pasear por la orilla del río. Pero era un señor feo. Ese era el problema. Aunque si me hubiera tomado un par de baijius más me hubiera acabado pareciendo Won Jung Kim.
Cuando me desperté vi en qué sitio tan bonito me había alojado. Y también vi al señor con el que había hablado la noche anterior entrando por la puerta del hostal.  Sí, era feo. Me escondí detrás de una columna.

3 comments:

  1. tiene usted más valor que el Guerra. no es la primera vez que le leo un trayecto de esos de 'y me monté y...', sin saber ni cómo ni donde. qué fotazas.
    y sí, amo Santa Coloma. qué puedo decir.

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  2. la verdad es que china esun poco siniestra...

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    1. ¡Qué va! ¿Por qué dices eso?
      Fue culpa mía, un acto un poco insensato. Pero todo bien.

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