Thursday, August 9, 2012

Mongolia Interior V: Hulunbuir: Mordaoga. El tour del Infierno

En estos momentos del viaje habíamos interaccionado lo suficiente con nuestros compañeros para tener una opinión formada de ellos. Mi amiga creo que empezó a pasarlo mal al segundo día o así, (yo también, pero no esperaba menos de mis vacaciones por el interior) conocí facetas de ella –siempre tan sonriente antes- que no hubiera imaginado.
El tour poco a poco se fue convirtiendo en un secuestro. Si al principio era exótico, estar rodeada non-stop de esas gentes agobiaba al más tranquilo. En estos casos se suele decir: “peor que animales”, pero esta frase se queda corta, porque además, los animales se comportan mucho mejor que los animales de las, digo, que los chinos de las provincias. Mal educados es quedarse corta. Cada vez que salíamos del bus, que llegábamos a un hotel, que se sentaban a la mesa: ¡¡Era la guerra!! ¡Primero yo, y siempre yo! Santa María madre de Dios, qué gentuza. Llegábamos al hotel, y a codazo limpio, a empujón limpio, un vocerío, y toda esa sucia pelea por conseguir la llave de la habitación 30 segundos antes que tú. Lo de “espere su turno detrás de la línea amarilla” es un concepto del que no han oído hablar nunca. Al principio te ríes, pero luego ya, no tiene gracia.
Íbamos a reservas naturales en las que había mil carteles que decían: “No pisotees todo. No te lleves nada a casa. No tires basura. No mates”. Bueno, pues todo esto es justo lo que hacían cada uno de ellos sin excepción. Llegaban a un lugar y arrasaban con absolutamente todo. Un botellín que tiro aquí, una mariposa que pisoteo, estas hierbas las arranco y las subo al autobús, voy a posar encima de este matojo tan majo… Me ponían cardíaca, de verdad. Ver esto da miedo, porque a ver, si en ese autobús eran todos así, la de millones como ellos que debe haber en toda China. ¡Que no vayan a España de vacaciones por Dios, lo que le faltaba al país! Yo al final les echaba la bronca, a ver si se avergonzaban o algo, les decía: “¡No bien!”. Me miraban raro, se reían y seguían haciendo de las suyas. Cuando van al monte necesitan un tipo de seguridad pegado a sus talones. Y bueno, lo del monte es un decir. Mi amiga y yo, imaginábamos este viaje correteando por las praderas. Pero fue más, ver las praderas desde la ventanilla del autobús. Y ahora entiendo por qué: no se los puede soltar. Llegábamos a un bosque, habíamos empleado cuatro horas en el autobús para llegar allí. Nos dejaban caminar por un sendero de madera construido por el hombre durante diez minutos, hacernos unas fotos y corriendo subir al autobús e irnos. A mayor tiempo sueltos, mayores destrozos para el medio ambiente.
 El segundo día del tour, fue pasarse todo el día en el bus. Excepto por una parada en Mordaoga, ver el bosque y salir pitando. Nos sorprendió mucho la relación tan anormal que tienen con la naturaleza. Posaban agarrando la rama de un arbusto, señalando la hoja de un árbol, como diciéndole a la cámara: “Mira lo que he descubierto, esto es un ser vivo, debe ser una planta”; raro, raro, raro.
Mordaoga tiene una zona de hayas y otra de pinos, enorme y bonito. Claro que no nos dejaron caminar por él, normal. Entre nosotros estaba el niño Atila, por donde pasaba no volvía a crecer la hierba. Y sus abuelos le reían la gracia.
 
 Abuela agarrando árbol
Detalle
Desconozco a esta srta, he encontrado la foto de casualidad. Es para que se hagan una idea del estilo de posados chinos con naturaleza: Lo arranco, hago la foto, lo tiro, me voy a otro bosque a arrancar algo más.

3 comments:

  1. Jo! yo a esa del link le haría lamer los dedos después de tocar las setas venenosas esas...

    Empezaría a estudiar la pista china en los incendios que asolan Españistán...

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  2. Te leo a la hora de la siesta y entre unas cosas y otras, qué fatiga.

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    1. Ay Tolya, vuelva a la siesta. Siento turbarle con mis vacaciones.

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